Hay más de una razón por la que en octubre estamos llamados a reflexionar sobre la necesidad de valorar y promover el respeto por la diversidad cultural y espiritual. Por una parte, el llamado “encuentro de dos mundos”, sucedido un 12 de octubre hace ya 529 años, fue un momento fundamental en la construcción de los que somos hoy, más allá de los juicios que nos puedan surgir a cada uno de nosotros a partir del análisis y la interpretación del proceso histórico. Es innegable que lo que somos se ha construido en base al sincretismo cultural, el aporte que, tanto la inmigración europea como la cultura de los pueblos originarios, han realizado a nuestra forma de vivir, comunicarnos y relacionarnos. Sin dudas hay deudas que pagar con la cultura y la cosmovisión de los pueblos originarios, tan olvidados a través de nuestra historia, pero cada vez se hacen más presentes en nuestra conciencia y generamos acciones para realzar la importancia que la cultura y vivencias de los pueblo originarios han tenido en nuestra conformación como país, en nuestra identidad e idiosincrasia. Por otra parte, este mes se cumplen dos años del llamado “estallido social”, el que, entre otras cosas, evidenció no solo una desigualdad social, sino una exclusión de la diversidad cultural, social, étnica, sexual y de género, que ha estado inserta en nuestra sociedad y que necesitamos erradicar para construirnos desde parámetros de igualdad, justicia e integración. En este contexto, queremos llamarlos a reflexionar, tomando en cuenta lo que la UNESCO, en el año 2001, publicó en su “Declaración Universal de la Unesco sobre Diversidad Cultural”. Entre otras cosas plantea que “La cultura adquiere formas diversas a través del tiempo y del espacio. Esta diversidad se manifiesta en la originalidad y pluralidad de las identidades que caracterizan a las sociedades y los grupos que componen la humanidad. (…) Como la diversidad biológica para los organismos vivos, así la diversidad cultural es necesaria para el género humano, porque es fuente de intercambios, innovación y creatividad. En este sentido, constituye el patrimonio común de la humanidad y debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones presentes y futuras. (…) En nuestras sociedades cada vez más diversificadas, resulta indispensable garantizar una interacción armoniosa y una voluntad de convivir de personas y grupos con identidades culturales plurales, variadas y dinámicas. (…) La diversidad cultural es un medio de acceso a una existencia intelectual, afectiva, moral y espiritual satisfactoria, y por esta razón amplía las posibilidades de elección que se brindan a todos”. Por este motivo es que estamos llamados a educar en la diversidad. Solo así podremos construir una comunidad, una sociedad, finalmente un mundo de Paz. La tarea de la educación es establecer la paz. Es por eso que Montessori se ocupa de la educación constructiva para la paz consciente de que no se debe limitar a la enseñanza de las escuelas. Es una tarea que requiere esfuerzos de toda la sociedad. No se logrará nada en el mundo de los adultos, si antes no se logra en la niñez. El niño que ha sentido un amor intenso por su entorno y por las personas con las que convive, descubre que puede realizar su trabajo con alegría y comparte sus logros con deseos de que los demás también logren sus objetivos, dejando a un lado el egoísmo de no compartir sus recursos y la soberbia de sentirse superior. Patricia Varela Solís – Eduardo López Muñoz Departamento de Filosofía y Espiritualidad