“Queremos ser una de las mejores comunidades educativas de nuestro país”

Orlando Galaz, rector del colegio conversa sobre educación y pandemia, sobre la realidad que están viviendo estudiantes y sus familias y cuenta cómo fue su llegada al Epullay.

 

Que tiene buen humor, que es una persona correcta, que está convencido de lo que hace y dice, que nunca quiere dejar de aprender, son algunas frases con las que en el mismo colegio sus pares y profesores describen a Orlando Galaz, rector del Epullay Montessori.

Y, al parecer, lo de nunca dejar de aprender lo reafirma con sus permanentes estudios y capacitaciones. Profesor de Castellano y Filosofía, Consejero educacional y vocacional, Magíster en Gestión y Dirección Educacional, Magíster en Comunicación y Tecnología Educativa, Master of Science en Saint Joseph´s University, de Filadelfia, son algunos de sus perfeccionamientos.

Orlando Galaz, casado, cinco hijos, ha tenido también una prolífica carrera profesional en la educación primaria y superior. Trabajó por 10 años en el Saint George’s College, donde fue profesor, Jefe de departamento y director de Ciclo; ocho años en el Instituto Hebreo como director  de Ciclo y 10 años en la Universidad UNIACC, como Director Docente y Vicerrector Académico. Además, durante siete años fue Encargado Académico del Colegio Institución Teresiana.
Afable y cercano en el trato, Orlando se reconoce una persona muy de casa. “Soy bastante hogareño, me gusta preocuparme por el jardín, soy fanático del cine, me gusta disfrutar a mi perro  y me gusta leer y escuchar música”, dice el rector, quien nos cuenta que vive junto a su esposa, ya que sus hijos son todos profesionales e independientes.

-Entiendo que había trabajado anteriormente en el Epullay ¿Nos puede contar un poco de esa experiencia?

Trabajé el 2004 ejerciendo las funciones de Director de Ciclo de Enseñanza Media, profesor de Lenguaje y Profesor Jefe. Me correspondió el cambio de sede en septiembre, por lo tanto, estuve en Príncipe de Gales y en Álvaro Casanova. Recuerdo que todo se hacía a pulso y con mucha mística, pues los profesores participamos en el cambio cargando y descargando el camión de la mudanza. Fue un fin de semana muy intenso.

Cuando volví al colegio (no había vuelto desde el 2006), quedé impresionado por lo lindo y verde que estaba, pues cuando nos cambiamos recuerdo que era un edificio emplazado en las faldas de un cerro y no había ni arboles ni jardines; todo era tierra. Además, en esa época todo era muy familiar, el colegio era pequeño y tenía pocos estudiantes. Me atrevería a decir que menos de la mitad actual.

-¿Qué lo motivó a aceptar el desafío de ser rector del Epullay?

Era un anhelo que no había podido concretar, pues cuando decido irme a la Universidad, tuve que renunciar a una oferta de rector que me había hecho, fue una decisión que me costó mucho en ese momento, pero que valió la pena.

-¿Qué objetivos o metas se puso al asumir?

Lo primero fue salir de la crisis de desconfianza que había de un sector de los padres hacia el colegio y que también alcancé a percibir en las niñas más grandes del colegio. En paralelo, nos propusimos junto al equipo directivo mejorar los canales de comunicación con todos los actores del proceso, estudiantes, familias, profesores, administrativos y auxiliares. Fue así, por ejemplo, que tuvimos un trabajo de mucha colaboración con el CEPACE y con el CECEM, lo que ha permitido que en la actualidad retomemos el camino del diálogo y la confianza. Eso nos ha facilitado sortear la pandemia con una propuesta pedagógica que responde a nuestras características de identidad.

También nos propusimos conocer cuáles eran las fortalezas y las áreas de mejora que podíamos implementar para robustecer el proyecto educativo Epullay, para los próximos 25 años. Para ello levantamos información a través de tres encuentros que realizamos con egresados del colegio y también con la aplicación de una encuesta de opinión respecto de la percepción del cumplimiento de la promesa que declaramos en el proyecto educativo a los estudiantes que egresaron el 2020.

La información recogida nos ha permitido tener más claridad, respecto de cuáles son las áreas o instancias susceptibles de mejorar, con la finalidad de hacer realidad nuestra visión: queremos llegar a ser una de las mejores comunidades educativas de nuestro país, en la que los jóvenes puedan desarrollarse en un ambiente acogedor, respetuoso de su individualidad y de sus distintas etapas de la vida, donde desarrollen al máximo su potencial, puedan descubrir su vocación y contribuir a hacer un mundo mejor.

-¿El complejo escenario y mundial, pos estallido y pandemia, han complicado el cumplir esas metas?

En algunos aspectos sí; como por ejemplo en todas las actividades que son propias de nuestra identidad, como los campamentos, salidas pedagógicas y otros. Es decir, muchas instancias que solo pueden concretarse a través de la presencialidad.

-¿Esas metas, las cambió o las postergó? 

Junto al equipo directivo hemos hecho todos los esfuerzos por motivar a que ojalá todo lo que podamos hacer; se haga. Así, por ejemplo, ocurrió con la semana del colegio, no obstante, hay algunas actividades de nuestra propuesta curricular que hemos debido postergar.

-¿Cómo sintió su llegada?, ¿Qué percibió de esta comunidad y cómo la ve actualmente?

La llegada fue difícil, porque había una comunidad que había vivido un alto nivel de estrés, como consecuencia de las tensiones que se derivaron de las experiencias vividas en el colegio, el año anterior. Por eso junto al equipo directivo nuestro primer objetivo fue reconstruir confianzas, cuestión que no fue fácil por la contingencia económica que vivimos el año pasado. Sin embargo, hoy podemos afirmar que la comunidad esta mejor y se percibe un mayor optimismo en todos los actores. Esto último lo he podido palpar en los encuentros mensuales que tengo con los estudiantes de Aldea y Comunidad, en los encuentros con el CECEM y también con los delegados académicos. Asimismo, tuve la oportunidad de poder participar de una parte de la jornada de delegados convocada por el CEPACE donde también tuve la misma impresión.

-¿Cree que el estudiante del Epullay tiene un sello?

Por supuesto. Y eso quedó ratificado en el encuentro con los egresados, así como también en la encuesta de opinión respondida por la generación que egresó el año pasado. Ese sello se va cultivando a través de lo relacional, que es una de las características y fortalezas del proyecto educativo Epullay. Eso hace que nuestros egresados sean optimistas, alegres, solidarios y con un gran apego a la naturaleza.

-¿Qué mensaje le envía a las familias que, a más de un año de inestabilidad social, económica, cultural y sanitaria, aún están golpeadas por todo lo que está pasando?

Nuestro mensaje permanente a todos los miembros de la comunidad ha sido de optimismo, pues tenemos la certeza que más temprano que tarde saldremos de este túnel llamado pandemia.

-¿Y a los estudiantes? No debe ser fácil como niño o adolescente vivir este período. 

Con los estudiantes tenemos espacios de escucha y conversación permanentes, los que nos han permitido una conversación fluida de sus aflicciones y temores. Creo que en esto somos un colegio privilegiado, pues nuestros y nuestras estudiantes todos los días tienen un espacio de acogida que permite iniciar el día con una conversación que puede ir desde el estado anímico con el que amanecimos hasta temas de contingencia nacional o internacional.

 

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