SEMANA SANTA EN TIEMPOS DE COVID Y LA VUELTA A LA NORMALIDAD
Hace ya casi dos años, que el coronavirus fue declarado oficialmente como pandemia por la OMS. Pasará mucho tiempo y seguiremos acordándonos de los fallecidos, los enfermos, las secuelas que la enfermedad les ha dejado; las graves consecuencias económicas; el impacto personal y social en bienestar y salud mental. Hoy, junto a esta pandemia, que aún está presente en todo el mundo, aparece otro flagelo de sufrimiento y dolor: La guerra entre Rusia y Ucrania, la crisis migratoria, nos podríamos preguntar: ¿Dónde quedaron esas esperanzas, deseos, de que todo iba a cambiar?; ¿y que esta pandemia nos iba a ayudar a mirar que ni ricos ni pobres, ni potentados, ni negros ni blancos ni cobrizos, son mejores? ¿Acaso este virus, no desnudo la fragilidad de todos los seres humanos y sus grandes construcciones, sus grandes fortunas, pero también sus grandes miserias? ¿Las consecuencias? Cada día se van develando, mostrando a un mundo sin compasión alguna frente al dolor ajeno.
Hoy nos damos cuenta de que el conocimiento del que nos habíamos vanagloriado, no había significado nada sin el ingrediente del amor… porque habíamos sabido mucho pero no habíamos comprendido y dimensionado el valor de la vida, y eso se ve reflejado en las miradas de millones de personas en todo el mundo que, aun siendo aparentemente poderosas, sufren por carencia afectiva, sufren de soledad en medio de multitudes.
¿Habíamos estado enfocados en la apariencia ignorando el fondo de las cosas, habíamos pensado que seríamos eternos en nuestro poderío y nuestra inconsistencia ante la vida, y este virus nos bajó del pedestal para mostrarnos no solo la vulnerabilidad de nuestra condición humana sino la interrogante de preguntarnos y después de esto qué?
Al mirar las realidades de la guerra, de las personas migrantes, y tantos otros sucesos que evidencian la falta de valores humanos en nuestra sociedad humana, podríamos pensar que se perdieron en el camino, uno a uno, para dar paso a la vivencia de un mundo frenético y sin sentido, hasta llegar a niveles de violencia y destrucción colectiva insostenibles y todo ello avalado por el sistema, como una normalidad absurdamente consensuada.
Y, sin embargo, de todo esto, aún hay quienes vehementemente piden…volver a la normalidad, la pregunta es ¿a la normalización de todos nuestros desaciertos del pasado? ¿Volver a la imposición del fuerte sobre el débil? ¿Volver a subirnos al pedestal de la propia miseria humana? …… aquellos que abrieron los ojos buscan nuevos escenarios para la vida y esta es una muy buena oportunidad de comenzar de nuevo.
Como comunidad educativa queremos invitarnos a ser parte de quienes han aprendido las lecciones de sufrimiento que está dejando en toda la humanidad esta pandemia. Aceptemos el desafío de ser parte de aquellos que trabajan por el advenimiento de una conciencia expandida, universal que, rompiendo los límites del ego, pueda tender puentes de solidaridad, de hermandad, que posibiliten el establecimiento de una nueva actitud generosa de compasión hacia toda vida y el respeto por el planeta entero. Ampliemos el horizonte hacia el reconocimiento del valor y la cualidad de todo ser vivo que habita en este planeta; sólo la apertura de una nueva perspectiva hacia la expansión de nuestra conciencia, nos permitirá potenciar valores y recursos olvidados del ser humano que tienen que ver con la compasión, solidaridad y empatía, en un nuevo contexto de hermandad donde puedan compartir todos sin las murallas impuestas de posiciones ególatras que han sumido en la muerte y desesperanza a millones de habitantes del mundo entero.
Quizás en este tiempo en que el mundo cristiano, vuelve su mirada a Jesús de Nazaret, reviviendo desde la fe, su entrega en la cruz por el bien de toda la humanidad, podríamos tomarnos de las enseñanzas que dejó al vivir en el mundo, para reflexionar, en familia, en comunidad, sobre lo que nos va dejando esta pandemia, sobre lo que nos interpela el mirar la guerra, y todas las situaciones que atentan contra la vida. Les invitamos a tomarse un tiempo para conversar en familia, buscando algún momento dentro de su tiempo, para leer este texto y compartirlo como reflexión, preguntándose como han vivido y cómo viven este tiempo, lo que les preocupa, si creen que este tiempo les deja alguna enseñanza para su vida, si le dan o no importancia a la Semana Santa del mundo cristiano, en fin, la invitación es a tomarse un tiempo para conversar, a detenerse en familia, en esta, como dice el texto: “vuelta a la normalidad”, para ver como estamos como familia.
Departamento de Filosofía y Espiritualidad